4 de junio de 2008

El Duraznero

Finalmente, el duraznero ha florecido. Debieron pasar días y noches, sol y lluvia, sonidos y silencios, luces y sombras, para que sus pétalos se abrieran y sus frutos tersos pudieran reflejar el azul del cielo.

Será un tiempo exquisito éste del árbol habitado por sus hijos. Una savia alegre correrá por sus caminos vegetales. Una música nueva fluirá de él y los pájaros serán su caja de resonancia. Del verde de su piel tomarán su alimento las mariposas.

Un día ya solo, deshabitado el árbol aguardará paciente el arribo de la cosecha. Se preparará para ello como lo haría quien aguarda el tiempo de la fiesta. ¿Se atrevería alguien a dudar de su optimismo vegetal, de su movimiento ascendente, de su potente cadencia de voz baja?.

Hugo Ardila Ariza
Bogotá, septiembre 26 de 2007

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